Hace dos noches tuve una experiencia bastante fea pero de la que he aprendido mucho. Es cierta esa frase que dice "cada persona es fruto de sus propias experiencias" y así es. No estoy nada contenta y mucho menos orgullosa de lo que pasó, pero a la vez me alegro porque me ha ayudado para saber que no puedo volver a hacerlo.
Esa noche era el décimo octavo cumpleaños de una amiga mía, todo iba genial ya que había música, bebidas, gente y muchas ganas de pasarlo bien. Yo estaba genial bailando todo el tiempo, hasta que me sentí algo agobiada y salí para refrescarme un rato. Estaba acompañada por varios amigos hasta que vi a un chaval preparándose un porro. No sé porque fui tan imbécil o capulla de ir con él para fumar también. Fue sin duda el mayor error que pude cometer. Todo el mundo sabe que mezclar ciertas sustancias con alcohol es muy peligroso. A la tercera "calada" sentí como la tensión se me bajaba, algo bastante normal en mí pero que hace que me sienta sin defensas y el cuerpo se me congele. Quería decirles a los que estaban conmigo que necesitaba levantar las piernas pero no podía hablar, era una sensación horrible como si estuviera atrapada en mi cuerpo sin poder moverme ni hablar.
Como imaginaréis pase el resto de la noche tirada (literalmente) en el suelo con muchas ganas de irme pero a la vez me decía a mí misma: siéntete ridícula, te lo mereces por imbécil. A la hora y media aproximadamente vino a recogernos a unas amigas y a mí el padre de una amiga que nos llevó a su casa para quedarnos a dormir.
Esta experiencia no es nada agradable de contar, pero lo tenía que hacer porque lo que me pasó a mí les pasa a muchísimos adolescentes más cada fin de semana y muchos acaban yendo al hospital. Hay que saber lo que tomamos y no actuar como niños de tres o cuatro años, somos bastantes grandecitos para saber lo que estamos haciendo.
Lo único positivo que saco de todo esto, es saber lo que NUNCA más volveré a hacer y espero que esta entrada os sirva como lección.
Un Saludo BG.
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